martes, 16 de agosto de 2011

Como el péndulo de Newton.

Cuando la gente te recomienda ir al psicólogo o al psiquiatra, añade después que todo el mundo debería ir. Es una manera de consolarte. No sé bien para qué sirven, no sabría por donde empezar a contarle, no tengo ni idea de cuál es el origen del problema porque tampoco sé cuál es el problema. A lo mejor no reflexiono de forma correcta para averiguarlo, porque cuando me miro a mí misma, siempre llego a callejones sin salida. Así que tampoco pierdo el tiempo en investigarme. No me compensa. ¿Para qué mirarme si no sé si lo que veo va a gustarme? Lo único que sé hacer es seguir hacia delante porque pararme me da miedo. Me muevo por inercia, como esos aparatos de bolas metálicas que se golpean entre sí y nunca se detienen. Eternamente moviéndose sin que pase nada, sin alterar nada a su alrededor. Todo su movimiento es inútil. Muchas veces yo soy igual, me muevo sin parar, pero no en línea recta, y creo que con frecuencia puedo volver al mismo punto de partida exhausta por el esfuerzo y sin haber avanzado ni un metro. Estoy ya muy cansada de moverme así.



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